La tasa de inflación japonesa se aceleró en febrero hasta el 2,8%, aumentando en 0,6 p.p. con respecto a la cifra de enero. Este repunte se explica en parte por la expiración de las subvenciones a la energía, que anteriormente habían contenido la inflación artificialmente. La subyacente también aumentó significativamente, del 2% del mes pasado al 2,8% de febrero.



Las tarifas hoteleras se dispararon un 33,3% debido al aumento de la llegada de turistas, mientras que los precios energéticos disminuyeron un 2,5% y la inflación en alimentos se situó en el 5,3%.

 

Si excluimos el componente energético, la subida de precios se moderó en 0,3 p.p. hasta el 3,2%, marcando el ritmo anual más lento en este dato desde enero de 2023.

 

El fuerte aumento de los salarios junto con el aumento en el coste de importaciones por la depreciación del yen sigue presionando la inflación al alza. Aun con esto, los analistas prevén que la inflación se sitúe por debajo del del 2% a finales de año debido a la debilidad de la demanda interna.



El gobernador del Banco de Japón, Kazuo Ueda, mencionó la posibilidad de seguir subiendo tipos si la inflación supera las expectativas o si existen riesgos al alza significativos para las perspectivas de los precios.